Sobre el asunto muerte; querido Estrada, yo creo que lo que
pasa es que usted y yo estamos colocados en dos puntos de vista: usted en la
plena madurez-juventud de la vida, y yo en la madurez-declinación de la misma.
Naturalmente, usted mira con desconfianza un hecho que para usted es aún
prematuro. Yo no, y de aquí mi conformidad y hasta—¿qué quiere?—curiosidad un
poco romántica por el fantástico viaje.
Ezequiel Martínez Estrada(1895-1964). Poeta y escritor argentino. |
…Hablemos ahora de la muerte. Yo fui o me sentía creador en
mi juventud y madurez, al punto de temer la muerte, exclusivamente, si
prematura. Quería hacer mi obra, los afectos de familia no pasaban la cuarta
parte de aquella ansia. Sabía y sé que para el porvenir de una mujer o una
criatura, la existencia del marido o padre no es indispensable. No hay quien no
salga del paso, si su destino es ése. El único que no sale del paso es el
creador, cuando la muerte lo siega verde. Cuando consideré que había cumplido
mi obra—es decir que había dado ya de mí todo lo más fuerte—comencé a ver la
muerte de otro modo. Algunos dolores, inquietudes, desengaños, acentuaron esa
visión. Y hoy no temo a la muerte, amigo, porque ella significa descanso. That is the question.
Esperanza de olvidar dolores, aplacar ingratitudes, purificar de desengaños.
Borrar las heces de la vida, ya demasiado vivida, infantilizarse de nuevo; más
todavía: retornar al no ser primitivo, antes de la gestación y de toda
existencia: todo esto es lo que nos ofrece la muerte con su descanso sin
pesadillas. ¿Y si reaparecemos en un fosfato, en un brote, en el haz de un
prisma? Tanto mejor, entonces. Pero el asunto capital es la certeza, la
seguridad incontrastable de que hay un talismán para el mucho vivir o el mucho
sufrir o la constante desesperanza. Y él es el infinitamente dulce descanso del
sueño a que llamamos muerte. Yo siempre sentí (creo que desde muy pequeño) que
la mayor tortura que se puede infligir a un ser humano es el vivir eternamente,
sin tregua ni descanso –Ashaverus—. ¿Se da cuenta usted de un sobrevivir de mil
años, con las mezquindades de sus jefes, de sus amigos a cuestas? ¡Ah, no! La
esperanza de vivir para un joven árbol es de idéntica esencia a su espera del
morir cuando ya dé sus frutos. Ambos son radios diametrales de la misma esfera.
Ya me iba desorbitando un poco. Pero total: día más, día
menos, usted también llegará a considerar como un refugio que nadie nos puede
escamotear, ese rinconcito de olvido y paz.
Fragmento tomado del libro Ezequiel Martínez Estrada. El
hermano Quiroga. Cartas de Quiroga a Martínez Estrada.
Biblioteca Ayacucho.
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