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Clara Westhoff (escultora y esposa de Rilke) y Rainer Maria Rilke. |
A CLARA RILKE
Septiembre 5 de 1902
París, calle Toullier 11
…Creo que muchas cosas se me han aclarado el otro día, cerca
de Rodin. Después de un almuerzo no menos agitado, no menos extraño que aquel
del que te he hablado, nos sentamos sobre un banco del jardín, desde donde
dominábamos, en la lejanía y por lo alto, una maravillosa vista de París. Todo
era calmo y bello. La chicuela—realmente es su hija—nos había acompañado sin
que Rodin se apercibiera. Por otra parte, apenas la teníamos en cuenta. Se
sentó, no lejos de nosotros, en el borde del camino; con lenta tristeza se puso
a buscar guijarros llamativos entre el pedregullo. Se aproximaba, de tiempo en
tiempo, miraba la boca de Rodin, por si estaba a punto de hablar, o la mía, por
si también estaba por hacerlo. En cierto momento le trajo una violeta. La posó
tímidamente sobre la mano de Rodin; luego quiso hacerla entrar en ella,
sujetarla de alguna manera. Pero la suya es una mano de piedra. La mirada de
Rodin se deslizó sobre ella; después fue superando la tímida manita, la
violeta, la niña, toda esta escena tierna y se suspendió, de nuevo, en las
cosas que siempre parecen tomar forma en él.
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Auguste Rodin |
Hablaba de arte,
de aquellos que comercian, de su propio aislamiento. Decía bellas cosas que yo
más adivinaba que entendía, pues sus palabras eran indistintas y rápidas. Sin
cesar retornaba a la belleza: está en todas partes para quien la comprende y la
desea: nace de las cosas, de la vida de las cosas, al mirar una piedra, el torso de una mujer…Y siempre, siempre: el trabajo. Desde que las necesidades
corporales, las pesadas necesidades manuales, son tenidas por inferiores—decía—,
el trabajo, en síntesis, ha cesado: yo conozco en París cinco o seis hombres
que saben realmente qué significa esta palabra. Tal vez demasiado. Pero en las
escuelas que realizan, años mediante, ellos “componen”. Y haciendo esto no aprenden
nada sobre la esencia misma de las cosas. El modelado, yo sé lo que esto
significa: la naturaleza de los planos, lo opuesto al contorno, lo que llena
todo contorno; es la ley, la relación de los planos.
Tú comprenderás,
para él NO EXISTE nada superior al modelado…de
todo objeto, de todo cuerpo. El destaca, en el hecho, después de haberlo
observado, una cosa independiente, una cosa plástica, una obra de arte.
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Auguste Rodin. Despojos, brazos derechos. Museo Rodin. |
Así, un
fragmento de brazo, de pierna, de torso, adviene, bajo sus ojos, un todo;
porque él ya no piensa más en un brazo, en una pierna, en un cuerpo—no considera
su “sujeto”, ¿comprendes?, su anécdota, por así decirlo—. Pero, en cambio,
tiene un modelo encerrado en sí mismo
que, en cierto modo, está completo, acabado.
El bosquejo que
haré a continuación es, en ese sentido, de una extraordinaria significación. La
chiquilla nos trae una concha de caracol hallada en el camino. De repente,
Rodin, que no había prestado atención a la flor, se detiene, toma el caracol,
lo admira, le gira; le da vuelta observándolo y después dice: “He aquí el modelado griego”… Yo había
comprendido. Agregó: “Usted sabe que no
me refiero a la forma del objeto; pero, el modelado”… Se descubre otra
conchilla quebrada, completamente aplastada… “Es el modelado gótico-renacentista” dice Rodin con su altivo y
tierno sonreír.
Ahora, escuchad su idea: no se trata para mí, es decir,
el plástico por excelencia, de ver o
estudiar los contornos o los colores, sino más bien lo que hace mi arte: la
superficie, su naturaleza. Si ella es rugosa o lisa, brillante o mate; no en su
apariencia, pero sí en su realidad interna, en “sí misma”. Los objetos, desde
este punto de vista, no son engañadores. Este pequeño caracol evoca las obras
maestras del arte griego: igual simplicidad, igual pulimento, igual fulgor
interior, igual alegría grave en su superficie…Sí. En este sentido los objetos
no nos equivocan. Encierran las leyes en su estado puro. Todos los pedazos de
esta conchilla serán siempre de la misma especie, serán siempre rastros del modelado griego…Este caracol no cesará
jamás de ser un todo desde el punto de vista de su modelado, y el menor fragmento será siempre modelado griego…
¡Se comprende,
entonces, qué progreso representa Rodin y con qué emoción debió advertir que
nadie, antes que él, se había relacionado con ese elemento esencial de la
escultura! A Rodin le había sido, por lo tanto, reservado el descubrimiento de
mil cosas que se le presentaban, debía crearse un medio de expresión,
acostumbrarse a decir todo por sí mismo y nada más que por sí mismo. Ahí residía—supongo que tú ya lo vas sabiendo—la
segunda misión de este gran destino. La primera había sido el descubrimiento de
un nuevo elemento; la segunda consistía, únicamente, en pedir a la vida que se
expresara íntegramente en esto solo elemento…
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Auguste Rodin por Edward Steichen. |
…Rodín se casó porque es necesario tener una mujer,
como me ha dicho. Yo le hablaba, con otro motivo, de ciertos grupos que los
amigos forman entre ellos y le agregaba que, en mi opinión, todo nace del
esfuerzo solitario. Me respondió: “Es
cierto, no resulta bueno constituir grupos: los amigos se impiden. Es mejor estar solo. Puede tenerse una mujer
porque es necesario tener una mujer…” Son esas sus palabras, poco más o
menos… Calló un momento y repitió, en actitud maravillosamente grave…: es menester trabajar, nada más que trabajar.
Y hay que tener paciencia. No hay que pensar en realizar esto o aquello;
basta buscarse hasta construirse un medio de expresión propio, personal. Y,
entonces, de inmediato, decir todo, todo. Es necesario trabajar, tener
paciencia. No mirar ni a derecha ni a izquierda. Conducir toda la vida en esta
esfera; no tener nada fuera de esta
vida. Rodin lo ha hecho. Le he dado toda
mi juventud, manifiesta. Esto es cierto. Es preciso sacrificar todo lo demás. El malestar en la casa de
Tolstoi, las escenas incómodas en casa de Rodin, tienen una misma
significación. Hay que elegir: lo uno o lo otro. La felicidad o el arte. Uno debe encontrar la felicidad en su arte,
me repetía Rodin. Todo esto es claro, muy claro. La vida de los grandes hombres
es un camino abandonado, invadido por la maleza; pues ellos se realizan
exclusivamente para su arte. La otra vida queda atrofiada, como un órgano del
que no se servirá más…
Rodin no ha
vivido más que en su obra. Es por eso que ella ha crecido a su alrededor; por
eso cuando la realidad le imponía obligaciones indignas de él no se ha perdido.
Su vida no se consumió en proyectos: en la tarde daba forma concreta a todas
las intenciones de la jornada…Sí, todo para él ha advenido realidad. Esto es
parte de su grandeza: no es necesario habitar en los ensueños, en los deseos,
en las intenciones. Es imprescindible transformar todo eso en objetos. Como
Rodin lo hizo. ¿Por qué ha sido certero el rumbo de su camino? De ninguna
manera porque haya sido comprendido y aprobado. Sus amigos son raros y él se
alberga, según su palabra, en el index.
Pero su obra está allí, realidad enorme, grandiosa, insuperable. Ha conquistado
así su lugar y su derecho. Se puede imaginar a un hombre dotado de la misma
sensibilidad, de la misma voluntad, pero que hubiese esperado para producir,
¿Quién se inquietaría por él? Sólo sería, entonces, un viejo loco sin nada que
esperar de nadie. Producir, producir es lo que importa. En cuanto una obra está
lista, diez o doce otras cosas le hacen escolta; sesenta, setenta desnudos se
apretujan alrededor del primero; luego salta de uno a otro impulso; puede
hacerlo porque se ha conquistado un lugar en la tierra, una base sólida.
Entonces ya no se corre el riesgo de malograrse, de perderse. Cuando Rodin se
pasea en medio de sus cosas, pareciera que le volcasen, sin que se agoten
jamás, la juventud, la certidumbre, la voluntad para nuevas tareas. No se puede
extraviar. Su obra está cerca de él, como un ángel que le pretege…¡Su obra
inmensa!