"Una campana impiadosa repite la hora y me hace
comprender que vivo, y me recuerda, también, que sufro".
DIARIO II
1915
En esta época, el año pasado estaba yo en Iquique. Podré
decir que ha sido el tiempo en que he gozado de mayor libertad.
Fue una época simpática y desgraciada.
Vivíamos en un hotel de mala muerte, pero el mejor del
puerto, rodeado de toda clase de hombres, extranjeros y chilenos, comerciantes,
médicos, periodistas, literatos, poetas, etcétera. Una vie de boheme, más o
menos.
La noche era para charlar, el día para dormir, la tarde para
escribir.
Yo era la única del sexo femenino en aquellas reuniones y
así era demasiado consentida, pues todo me lo celebraban. Yo abusaba del licor,
de los cigarrillos, del éter, etc, etc. También me gustaban ideas anarquistas y
hablaba con el mayor desparpajo de la religión (en contra), y participaba de
las ideas de la masonería. Escribía para los diarios, daba conciertos. Mis
visitas eran a los hospitales, a las imprentas, acompañada de una tropa de
médicos pijes y de pijes sin oficio, que me adulaban por las nubes.
Entré de lleno a esa vida que no conocía y que me era
interesantísima.
Adquirí gustos poco correctos pero agradables y para ser una
mujer poco vulgar, con una aureola novelesca. Todo el mundo me quería.
Nuestras noches eran alegres y sentimentales, se declamaba y
se tocaba la guitarra.
Se hablaba de Azorín, de Sócrates, de Rouge de Lisle, de
Baudelaire, etc, y en esos temas, llegaba el día, y el sueño.
El poeta Silva (Víctor Domingo Silva), que era el
sobresaliente en nuestras reuniones, me hacía versos delicados y pasionales, yo
los recitaba después, con todo mi arte para emocionarlo.
Es cierto, mi temporada (tres años en el Norte) constituyó
una gran experiencia... Allí aprendí a vivir la verdadera vida. Conocí lo que
es para las mujeres de mi clase un misterio, la verdadera miseria material y
moral; los corazones y las pasiones bajas, mezquinas y grandes, los vicios... Y
todo lo que conoce un hombre. Mi alma salió pura de la prueba, pero asqueada y
con un fondo de amargura eterna.
Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me
avergüenzo de ser mujer... Sin ser malas, lo aparentan, son débiles,
orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!
Los hombres, son malos de veras, viciosos, insensibles y
egoístas. Son incapaces de un sentimiento delicado, que no sea para ellos
mismos; pero son superiores... Cuando los veo elegantísimos, irreprochables,
diviso a través de su indumentaria al mono, a la bestia carnívora, hambrienta y
lujuriosa.
Sábado, 13 Nov. (1915)
No quiero que mi amado, que mi ídolo, me desprecie; renuncio
a él! Y hago el sacrificio de quedarme en este convento para probarle que mi
amor es inmenso y puro, y que yo deseo, ser amada y estimada como una mujer de
bien.
Y a estos inhumanos cobardes sin entrañas los aplastaré con
mi conducta. Han querido hacer de mí una pervertida y se encontraron con que
puedo darles lección de nobleza. Renunciar a Jean me costará la vida; lo siento
porque él está adherido a mí como mi propio corazón, pero quiero que él no
sufra una desilusión de la mujer que ha querido y que ha imaginado superior!...
Creo en Dios y creo en ti, Jean. Sé que ambos comprenderán
mi conducta y mi sacrificio.
Miércoles 12 (enero 1916)
Mon Jean, idole de ma vie!
Aquí están tus cartas extendidas bajo la caricia de mis
ojos. Las estoy bebiendo una por una, saboreando en ellas tu cariño. El único
cariño que tengo en la vida!...
Te prometo mucho amor y una abnegación a jamais!
Sábado 15 (enero 1916)
He dormido mal, muchas pesadillas y sobresaltos. Los
zancudos, músicos infatigables, me hicieron su auditorio durante seis horas.
Los ingleses, franceses, rusos, austríacos, serbios,
italianos, etc, etc, han librado una sangrienta batalla en el fuerte de
Vichoffits, y a mí me ha tocado una bala con tan mala suerte que me tiene
frita.
Tengo hambre. Con profunda pena, mis ojos miran el lánguido
desayuno, natación de moscas, y no me atrevo a mandar al estómago, lo que ha
sido baño de tan poco aseadas doncellas.
Las galletas parecen suelas de botas militares, menos mal me
las como; pero a la mantequilla no me le atrevo; creo que no tendré la
resistencia como un cañón de escopeta.
El anisette murió hace ya días, e hizo su tumba en la
ambarina ánfora de Paul, y en la menos ambarina de Tejita.
El cognac marca "Tigre" saca las uñas ferozmente y
deja huellas. Las reverendas religiosas tienen buen ojo (sobre todo para estas
cosas) y pueden hacer comentarios poco chic.
Miro al espejo mi cara de gato flaco de pelo romano (pintado
horroroso), y me da furia de verme tan fea. Los ojos ya no tienen brillo; sus
dos globos azules empañados, donde se conoce el abandono en que viven. Cansados
de mirar lo mismo y de llorar., guardan la apariencia de una ruina lastimosa.
Mis ojos no tienen luz propia; necesitan como la Tierra de la luz del sol, los
rayos de los ojos tuyos; ojos de oro animadores que les dan vida y calor.
Miércoles 26 (Enero, 1916)
¿Qué he hecho hoy? Nada, nada y nada. No he pensado en
Vicente ni en mis hijas; he estado embrutecida, tendida sobre la cama, mirando
el techo, con la mente vacía...
Me vengo a charlar con mi confidente creyendo despertar la
imaginación pero en vano. No puedo desarrollar una idea y mi estado físico es
el de un animal rendido de caminar.
Un diario me impuso de mi madre, que está muy enferma. Esta
noticia no me ha inmutado, como si se tratara de una extraña. Estoy perdiendo
un poco el corazón y la sensibilidad.
No tengo sueño pero me voy a la cama; antes destaparé mi
última botella de cognac para dormir siquiera.
Vida imbécil de animal degenerada, infame! ¡Me está
perdiendo todas mis energías, aquí toda mi alma! Vamos emborrachándonos hasta
adquirir otro vicio, y después morir.
Viernes 28. Enero (1916)
Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes.
El hombre es mil veces mejor organizado; ellos esperan...
Cuando un ser femenino desea una cosa vive, agoniza, muere por conseguirla! Y
en su cabeza no hay otro pensamiento. Cuando lo consiguen vienen casi
inmediatamente el hastío y el desencanto! Nosotras somos locas insaciables de
ideales, y uno tras otro, sin descanso ni tregua hasta que la vejez pone
término al fuego de la imaginación y de la fantasía...
Sábado 29. Enero 1916
La mañana está preciosa. Su frescura ha calmado mis nervios,
quebrados por el insomnio.
Fui al jardín cuando el sol comenzaba a bostezar para
levantarse: estaba todavía el suelo brillante con las perlas del rocío que
había llorado la noche. Recogí un ramito de flores olorosas y después de dar
unas cuantas vueltas, acariciando los gatos que dormían tendidos por allí, me
volví a mi celda para rezar y escribir. Y aquí estoy.
Recién se levantan las monjas a su tarea: las oigo afanarse
en el corredor y en la cocina, ágiles, rebosantes de vida y de la santa
tranquilidad que les da Dios.
Anoche no pude cerrar los ojos; estuve nerviosísima, triste,
con deseos de arrancarme al corredor para respirar aire puro. Prendí la vela a
las dos de la madrugada y me puse a leer medicina hasta las cuatro y cuarto,
hora en que bajé al jardín a medio vestir. Como de costumbre, mis pensamientos
de anoche eran para Vicho. La hora, mi soledad, el estado de mi espíritu,
hacían que lo recordase intensamente con ese delirio que me toma a veces, y me
deja extenuada. Su retrato que está siempre bajo mi almohada cuando me retiro a
la cama, fue anoche mi confidente. Hablé con él como si pudiera oírme, le dije
las más suaves ternezas, los términos más agitadores que brotaban de mi corazón
Mi pasión es fatal e indomable. Inútiles son las secretas
luchas de mi espíritu por dominarla. Ella triunfa de mí y me hace sentir su
mordedura con toda la fuerza que ha adquirido en mi propio corazón.
Soy una pobre mujer débil e incapaz. No quiero pensar en él
y me convenzo de que el no querer mío es querer más, y me desespero de mi
impotencia para vencerme.
Viernes 3 de marzo (1916)
El recuerdo de mi Jean no me deja un instante, lo llevo
dentro de mi alma como el ser espiritual de ella misma. Lo amo mucho, profunda,
inmensamente, pero en mí algo ha muerto... Una cuerda se ha roto, una fibra se
ha trizado.
Rezo y espero en Dios, pero nada para la tierra; mucho,
mucho para el más allá y...
¡Mis hijas! Mis purísimas criaturas de las cuales soy tan
indignas y despiadada madre. Ellas que llevan la savia de mi ser, algo o todo
de mi corazón! Las recuerdo, pero en mí hay algo más poderoso que la poderosa
voz del amor materno, el amor a Jean! Imploro al cielo su bendición de ellas, y
para mí la muerte si mi deshonra ha de hacerlas desgraciadas. En esta noche
apacible y dulcemente triste, me parece que mis ruegos llegan más intensos y
fervorosos a Dios. Llevan todo el dolor de mi miseria, y la cariñosa esperanza
del perdón!
Marzo, 17. 1916.
Gustavo:
Si Ud. de acuerdo con mi familia y la suya, y sin que pueda
originarles más tarde remordimientos de conciencia, estiman que mi deber es
hacerme pasar por loca, teniendo mis facultades mentales mejores que nunca, no
tendré inconveniente en pedir un certificado a uno de los tantos médicos de
orates que llegan a este monasterio.
Aun más, y por infinito amor a mis hijas, si cree Ud. que
con mi vida puede salvar su reputación, y con ella el nombre que heredarán,
aquí la tiene a su disposición y con todo gusto
Thérese
Marzo 26. Domingo
No puedo estampar en mis páginas lo que siento.
Ayer me alejé de ellas por estar bajo la influencia de
sedantes.
Hoy mi cabeza está bien pero mi alma ha desaparecido. En su
sitio queda una piedra venenosa de reptil ávido de venganza, un gusano vil que
no puede más que arrastrarse.
El amor de mis hijas que debía enaltecerme, me hace
descender hasta el más inmundo precipicio.
Me voy para no volver jamás. Iré donde no pueda perseguirme
el dolor y desengaño de mi Vicente. Jamás pensé, ni en el delirio inmenso de mi
dolor, que nuestro amor tendría un fin así. Mi pluma tiembla en la mano de
rubor, mi corazón llora con el llanto de un criminal cobarde ante el patíbulo.
No sé de mi existencia más que por un profundo sentimiento de hastío. ¡Sí, me
voy. Ya no espero nada! Seré un autómata, seré una miserable ruina ambulante,
seré una maldición viva.
Enero 6,
1918. Ellis Island. New York.
Llegué a New York. Fui tomada prisionera en el vapor. Cuatro
detectives estuvieron guardándome. No me dejaron desembarcar y me encerraron
con llave en el camarote... por graves sospechas de espionaje al servicio
alemán.
Estupefacta, apenas me lo puedo explicar.
El día 4, a causa de la primera letra de mi apellido, fui la
última en desfilar ante la presencia de un empleado que acompañado de detectives
y oficiales revisaba los pasaportes.
Al leer mi nombre el representante de la autoridad yanki me
miró de la cabeza a los pies, y sin hacerme pregunta alguna, ordenó en voz alta
a un subalterno que me acompañara en calidad de detenida.
Madrid (enero 1920)
¡Me muero! Al decirlo no experimento emoción alguna, por el
contrario, me inclino curiosamente a contemplar el hecho como si se tratase de
un desconocido.
Si tuviera la capacidad de estudiar el fenómeno, podría
asegurar que es mi conciencia la que ha desaparecido debilitando mis
sensaciones corporales, hasta hacerme creer que el cuerpo sólo vive por
recuerdo.
No hay médico en el mundo que diagnostique mi mal; histeria,
dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la
ciencia.
Al escribir estas páginas una fuerza sobrenatural me ordena
que imprima en ellas un nombre. ¡No, no lo diré, me da miedo!
Cuando aparece este nombre en mi círculo nebuloso, se
levantan mis manos con lentitud profética y fulguran bajo la noche con
estremecimientos sagrados.
¿Me muero estando ya muerta, o será mi vida muerte
eterna...?
Madrid
Extraño mal que me roe, sin herir el cuerpo va cavando
subterráneos en el interior con garras imperceptibles y suaves.
¡Me muero!
París
Quiero reposar en la tierra solamente envuelta en una sábana
o si es posible en un pedazo de tierra de la fosa común...
Dejo a mis hijas Elisa y Sylvia todas mis buenas
intenciones, es lo único que poseo y mi único tesoro.
***
ALTA MAR
De tanta angustia que me roe, guardo un silencio que se
unifica a la entraña del océano.
En la noche cuando los hombres duermen, mis ojos haciendo
triptico con el farol del palo mayor, velan con el fervor de un lampadario ante
la inmensidad del universo.
El austro sopla trayendo a los muertos cuyas sombras húmedas
de sal acarician mi cabellera desordenada. Agonizando vivo y el mar está a mis
pies y e1 firmamento coronando mis sienes.
LONDRES, SEPTIEMBRE 191...
A un costado de mi cama, en la red, hay tres manchas de
tinta.
La primera repartida en puntitos parece una estrella doble,
la segunda se abre más abajo; en minúscula mano de ébano, la última perfectamente
recortada tomó la forma de un as de piqué. Resbalo sobre ellas mis dedos, con
sensibilidad de nervio visual, y siento que esas tres manchas están de relieve
dentro de mi cerebro como obstáculo para el fácil rodar de las ideas. Hay tres,
digo, tratando de sí atraerse; tres, digo mirando al techo: el amor, el dolor y
la muerte. Sin saber por qué paréceme que he pronunciado algo grave, algo que
recogió en su bolsa sin fondo la fatalidad. Aunque borre las manchas de la
pared, esos tres puntos negros quedarán estampados en mi cerebro. En la
efervescencia de la sangre que bulle, cuando la sorba la Absurda, harán
remolino vertiginosamente las tres, en la copa pulida del cráneo. Un temblor
nervioso tira hacia abajo la comisura de mis labios. Cada vez más espesa la
pintura de la noche embadurna los cuadros de la ventana.
LONDRES
Tras de los cristales el alba alisa sus cabellos blancos.
Ella despierta.
Junto al espejo yo meso los mios rubios.
Yo he dormido, he soñado sollozando.
Ella eterna y yo triste y triste somos
aquellos que no hemos nacido de los dioses.
LIVERPOOL, HOTEL ADELPHI, OCTUBRE 16, 1919, TRES Y MEDIA DE
LA MADRUGADA.
No he podido dormir. A la una de la madrugada cuando iba a
entregarme al sueño, me di cuenta que estaba rodeada de espejos.
Encendí la lámpara y los conté son nueve. Recogida,
haciéndome pequeña contra el lado de la pared, traté de desaparecer en la
enorme cama.
Llueve afuera y por la chimenea caen gruesas gotas, negras
de tizne. ¿Es que se deshace la noche?
No tengo miedo, hace mucho tiempo que no experimento esa
sensación.
Me impone el viento que hace piruetas silbando, colgado de
las ventanas.
No podria explicarlo, pero aqui, en este momento, hay
alguien que no veo y que respira en mi propio pecho.
¿Que es eso? bajo, muy bajo, me digo aquello que hiela pero
que no debo estampar en estas páginas.
La sombra tiene un oido con un tubo largo, que lleva
mensajes a través de la eternidad y ese oido me ausculta ahi, tras del noveno
espejo.
MADRID 1920
No deseo el amor, ni el oro.
Mi alcoba pequeña es cofre de soledad.
Sobre la cama extiende su flexible manto la muerte.
En el brasero rebrillan un montón de astros, gloria y sueño
también los tengo a muerte.
MADRID
¡Me muero! Al decirlo no experimento emoción alguna, por el
contrario, me inclino curiosarnente a contemplar el hecho como si se tratase de
un desconocido.Si tuviera la capacidad de estudiar el fenómeno podría asegurar
que es mi conciencia la que ha desaparecido debilitando mis sensaciones
corporales , hasta hacerme creer que el cuerpo sólo vive por recuerdo.
No hay médico en el mundo que diagnostique mi mal; histeria,
dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la
ciencia.
A1 escribir estas páginas una fuerza sobrenatural me ordena
que imprima en ellas un nombre. ¡No, no lo diré, me da miedo!
Cuando aparece este nombre en mi círculo nebuloso, se
levantan rnis manos con lentitud profética y fu lguran bajo la noche con
estremecimientos sagrados. ¿Me muero estando ya muerta, o será mi vida muerte eterna...?
MARZO, 1920
Monótona cadencia lleva tu canción, ¡oh vida!, ella adormece
la exaltaci6n del deseo de muerte. Silencio, hondo silencio extiende su crista1
opaco dentro del alma, bajo él yace una pasión ahogada.
¿Por qué aliento si ya no da luz en mi vida la risa, única
causa de vida?
Dentro del tubo sonoro de un órgano quisiera encerrarrne y
cantar en su sonido el "De profundis".
¡Oh, cómo desgranaría el cielo sus círculos de cristal
rebañando la tierra de su frescura! Y sacudiría imponente el extendido abanico negro sobre el orbe el ave de los augurios. Inauditas ondas de mágicos
reflejos nacerían en el mar para besar el brazo ambarino del horizonte.
Lentamente vendría la noche ...La colcha azul, cobertor de
mi cama de hospedaje, es campo de luna cuando la noche de los tristes tiende
sobre mi cuerpo su mortaja.
El arisco gato negro, habitante expatriado de Saturno, deja
su maullido sonoro tras de mi puerta cerrada.
Largos puntos de exclamación pinta la sombra sobre los
barrotes de las sillas y en sus asientos aguarda Aquél, Aquél y su sombra que
nunca nos encontrará.
¿ Por qué me espera; cual es mi falta; cuál es la maldad de
los que hemos nacido quintaesenciados?
Allí me aguarda el que no me encontrará . Los puntos de exclamación se han encorvado sobre su espalda, interrogan...
El reloj extiende sus brazos negros de polo a polo.
Las doce, las seis, y entre ellos sonríe el tiempo mostrando
sus dientes gastados con la sonrisa esférica de los astros muertos.
El reloj es para nuestros espíritus resignados como la
noria a la mula domesticada. Es nuestro punto de partida y de llegada.
Por eso los artistas adoramos la noche, porque en ella
olvidamos los brazos negros que nos señalan la ruta del mundo y nos dicen:
"Vives".
***
Me siento mal físicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el
honor de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella
me abandone.
Vida, sonriendo de tu tristeza me duermo y de tus celos de
madre adoptiva. En tus ojos profundos ha rebrillado inconfundible la iniciación
de mi ser astral.
Sólo una vez más se filtrará mi espíritu por tus alambiques
de arcilla. Vida, fuiste regia, en el rudo hueco de tu seno me abrigaste como
al mar y, como a él tempestades me diste y belleza.
Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy,
tan ignorante de lo que en el mundo había.
Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al
olvido.
Fuentes:
-Lo que no se ha dicho.
Teresa Wilms Montt. Editorial Nascimento (1922). Libro completo pinchando el
enlace.
-Melancolía y
subjetividad femenina en el Diario íntimo de Teresa Wilms Montt por Marcela Weintraub. Universidad de Chile.
Película completa sobre
la vida de Teresa Wilms Montt
No hay comentarios:
Publicar un comentario