jueves, 22 de agosto de 2013

VICTORIA OCAMPO A ROGER CAILLOIS


Victoria Ocampo y Roger Caillors




Mensaje (Pneu) enviado desde París el 23/5/1939

        Aquí está la tarjeta y la cita para el dentista. Es un dentista de primer orden y que sabe trabajar sin causar dolor (o causándolo lo menos posible).
        Estoy horrorizada porque, después de una semana de ausencia y quizás la víspera de partir, me asombra que usted me cite en un café (o en mi casa) para vernos un momento en compañía de un señor muy talentoso, no lo dudo, pero que me importa un bledo. Si esto le parece natural, es porque simplemente usted no tiene necesidad de verme. Entonces dígalo… (usted lo dice bien por la acción). No juguemos con las palabras. No lo merezco. Es algo que jamás hago con nadie. Yo misma me negué a quedarme algunas horas más en Florencia con un amigo que admiro y quiero para escuchar con él una música que me interesa. Me negué porque estaba inquieta por su viaje a B.A. y porque tenía deseos de volverlo a ver.
Victoria Ocampo
        Pero para qué discutir sobre cosas que se sienten o no se sienten.
        Aprenderé, aprenderé… aunque es algo que no me llega naturalmente. Aprenderé a no asombrarme de nada.
        En cuanto a lo que hoy sucede, antes de este desastroso atardecer, lo que más me ha decepcionado es que no me haya respondido a una pregunta (1), a la cual yo habría respondido sin vacilar. No concibo que no haya una confianza absoluta entre dos personas que significan algo la una para la otra. Si no concebir esto se llama egoísmo, soy una egoísta.
        Imposible descender más abajo en lo negro… estoy en una mina de carbón. Estaba tan contenta de volver. No. Mil veces no. No son invenciones las que me afligen, es la realidad. Y usted no sabe hasta qué punto. Pero saldré de esto.
        Adiós, Roger. Perdóneme por haber pensado demasiado en usted.
        Dígale a su madre que no partiré en el mismo barco que usted. Y que es probable que lo haga mucho más tarde. En julio.

(1)   Aquella concerniente a su amiga.
Escrito transversalmente, sobre la primera página: Reduzco mi escritura para no alarmar a su madre. Teniendo en cuenta este peligro, ya no le escribiré más. Y me iré de París como por otra parte tenía la intención de hacerlo.


Sello postal del 25/5/1939
Jueves por la mañana
Roger,
        ¿Para qué escribirle sobre otra cosa que no sea la plaza de la Señoría o el palacio Pitti? ¿Ha respondido a mi carta, aunque sea verbalmente? No. Entonces, ¿para qué?
Roger Caillois (1913-1978). Escritor francés.
        Ayer por la tarde me dijo cosas tan injustas. Es tan injusto conmigo. Si estuviera bien de salud, si no tuviera el semblante que tiene (la fatiga sobre su rostro), tendría deseos de retorcerle el cuello y de huir no sé adónde, para no causar una desgracia (por ejemplo, cortarlo en pequeños trozos). Entre la fatiga de su cuerpo y la dureza de su corazón, estoy perdida. Es esto lo que me hizo llorar ayer por la tarde. Es esto lo que me hace débil. Cuando usted se haya curado, yo estaré enferma.
V.

¿28?/5/1939
Domingo, 7.30 h.
        He esperado todo el día el momento de verlo esta noche. No pude hacer nada más que eso. Quería hablarle de tantas cosas.
        Al volver a casa de los Maritain, donde me había refugiado, encontré sus líneas. Hace mucho tiempo que debería haberlo obligado a ver otro médico y a hacer exactamente aquello que le habría ordenado a hacer. Aun cuando usted me hubiera detestado.
        Es absurdo, Roger, que usted se cuide tan poco. Es estúpido: eso le impedirá trabajar (y eso a usted le atrae más que todo el resto, ¿no?).
        No, no quiero estar resentida con usted; le pido perdón por soportar tan mal el deseo que tengo de verlo, eso es todo. Pues lo soporto muy mal. Por ejemplo, ahora quisiera poner una distancia material entre nosotros. Quisiera irme de aquí. Esta pequeña distancia me exaspera, me desespera. Estoy segura de que usted dormirá aquí.
        Mañana atenderé su teléfono para organizarle una jornada.
        Un abrazo. Yo tampoco dormiré.
V.
Escrito transversalmente: Le mando mi carta de ayer.



Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1890-1979). Escritora, intelectual, ensayista, traductora y editora argentina.




Tomado del libro de Alberto Manguel, Breve tratado de la pasión. Lumen.

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