martes, 11 de junio de 2013

RAINER MARIA RILKE A LA PRINCESA MARIE VON THURN UND TAXIS





 
La princesa Marie von Thurn und Taxis y Rainer Maria Rilke R
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Ronda, (28) Hotel Reina Victoria, España
17 de diciembre 1912


     Languidezco aguardando una carta suya, querida amiga. Sin duda, la carta anda buscándome sólo Dios sabe por qué veredas—y me desdigo de la última que le escribí. Lo que en ella era real y válido era sólo un plato recalentado de lo que había proyectado contarle desde Córdoba. En ella no se expresaba nada que no fuera mi decepción de Sevilla, mi perpetua y múltiple decepción de mí mismo. Cayó sobre mí una serie de días absolutamente desconcertantes, envueltos en dolores corporales y con el alma escasamente dispuesta a soportarlos. Si por casualidad hubiera habido algún «refugio», algún «hogar», me habría cobijado en él, porque todo viaje y, sobre todo, un viaje por España, exige la compensación de un cierto equilibrio, la certeza de poder contar con uno mismo; pero para mí, a cada paso que doy, el mundo se me derrumba en la sangre e inmediatamente surge otro fuera, absolutamente extraño, que me rodea. El sentimiento de extrañeza, de exilio es desmesurado. Me propongo, princesa, hallar el origen de este malestar, remontar su río hasta llegar a la fuente. Cuando encuentro un cierto remanso, al punto asciende la tribulación, me invade, y me arrebata todo consuelo. Sé muy bien que un médico me podría intervenir y ayudarme—yo soy incapaz de hacerlo—, pero, eso sí, habría de ser el médico apropiado. En mí, todo forma parte de un todo, de tal forma que me es imposible sufrir en una parte de mi persona y seguir creando en otra. El dolor me arrebata el mundo y no me siento atraído por el sufrimiento. Por lo mismo, soy inepto para la santidad, como tampoco tengo la menor oportunidad de exhalar su buen olor (usted misma lo comprobó y lo expresó con singular exactitud).

          Habrá observado ya que desde que estuve en Córdoba me ha asaltado un furor anticristiano: leo con el Corán y en muchos pasajes escucho una voz en la que penetro con todas mis fuerzas como el viento en los tubos de órgano. Aquí creería uno encontrarse en un país cristiano; sin embargo, el cristianismo pasó de largo ya hace mucho tiempo; este país, sin duda, fue cristiano, hasta el punto que, a cien pasos de las puertas de la ciudad, se podía ya asesinar a alguien; con este trasfondo se multiplicaron las abundantes cruces de piedra que, sin más pretensión, llevan una simple leyenda: aquí murió fulano de tal –tal era la versión que del cristianismo se hacía en estos lugares. Desde entonces reina una indiferencia ilimitada, sólo hay iglesias vacías, olvidadas, capillas que bostezan de hambre—realmente, no hay por qué demorarse mucho tiempo en esa mesa desmantelada y tomar por alimento los recipientes de agua para las manos que todavía quedan. Sorbido el jugo de la fruta, sólo restan hablando groseramente, escupir su cáscara. ¡Y pensar que los protestantes y los cristianos de América intentan verter de nuevo agua caliente en esta esencia de té que sirvió de infusión hace dos mil años! En cualquier caso, Mahoma es el elemento más próximo y, como un río por la montaña de los orígenes, se abre paso hacia el Dios único con el que es factible conversar de forma grandiosa cada mañana (…).

          Y ahora imagínese usted, princesa, que estoy a tres horas de Gibraltar, a cinco de Tánger, si hace buen tiempo y la mar es llana: en este estado de ánimo ¡qué fuerte es la tentación de atravesar el estrecho para visitar a los moros!; no obstante, temo que, si lo atravieso, el rojo de arcilla de España quedaría velado por una capa de luz blanca.

          De momento, me encuentro en Ronda (desde hace una semana). Desde aquí le envié a Pascha unas cuantas postales, tan verosímil me parecía que el incomparable fenómeno de esta ciudad, asentada sobre la mole de dos rocas cortadas a pico, muy separadas por el tajo estrecho y profundo del río, respondería perfectamente a la imagen  de aquella otra ciudad de un sueño.(29) El lugar es indescriptible. El conjunto está rodeado por un amplio valle donde las parcelas de cultivo, las encinas y olivares le dan una ardiente vitalidad, mientras que, al fondo, como si hubiera reposado, se perfila de nuevo el puro macizo de las montañas, que, sierra tras sierra, configura una espléndida lejanía. En lo que respecta a la ciudad, dadas estas circunstancias, nada le podría ser más propio que este subir y bajar, este estar abierto aquí y allá sobre el abismo, un abismo tan vertiginoso que ninguna ventana se atreve a mirarlo. Diminutos palacios, cubiertos con las sucesivas capas blancas con que se encalan cada año, con su portal enmarcado con una cinta de color y, bajo el balcón, el escudo de armas coronado con un yelmo, un tanto estrecho, sí, pero prolijamente esculpido en los blasones y rebosante como una granada. 

          Seguramente, este sería el lugar ideal para vivir modestamente, a la española, si no estuviéramos en esta estación del año, si no me repugnara soportar más fatigas que las estrictamente necesarias (las innatas y las asiduamente adquiridas). Por si fuera poco, el diablo inspiró a los ingleses la idea de levantar aquí un hotel realmente espléndido, donde, claro está, vivo ahora. Es una residencia neutra, costosa y de tal índole que muchos desearían vivir en ella. Obro así, y tengo la suficiente desvergüenza como para hacer saber a todo el mundo que viajo por España.

          Le aseguro, princesa (con toda sinceridad, ha de creerme), que necesito un cambio en mí desde la raíz. De lo contrario, todas las maravillas del mundo serían vanas. ¿No he constatado una vez más cuántas cosas derrocho, como pura pérdida? La santa Angela de Foligno experimentó algo semejante: <<aunque todos los sabios del mundo –dice- y todos los santos del paraíso me agobiaran con sus consuelos y promesas, y el mismo Dios lo hiciera con sus dones, si no me transformara a mi misma i no iniciara en el fondo de mí misma una nueva operación, en lugar de hacerme bien, los sabios, los santos y Dios mismo exasperarían, más allá de lo expresable, mi desesperación, mi furor, mi tristeza, mi sufrimiento y mi ceguera>> (30).

          Estas palabras, subrayadas por mí hace un año en el ejemplar de mi libro, las comprendí con toda mi alma y, a pesar de mí mismo, no han hecho otra cosa que verificarse.



 
Hotel Reina Victoria, Ronda, España - Postal antigua



          Hoy, a la vista de estas montañas, de estas laderas abiertas de par en par en la más serena atmósfera como páginas de una partitura dispuestas a transformarse en melodía, debo confesar la alegría que este paisaje me habría brindado hace tan sólo tres años, cómo me habría convertido en la misma alegría. Ahora parece como si mi corazón estuviera a mil leguas de aquí, y compruebo que muchas cosas toman ese mismo rumbo, sin saber si llegan o no a su destino. Ay, aún no he superado la frontera más allá de la cual aguardo <<la nueva operación>>  hecha por mano humana. (31)  Pero, a santo de qué, puesto que mi herencia y destino es, por decirlo así, al margen  de lo humano, proyectarme hacia lo más extremo, hacia los límites de la tierra, como me sucedió no hace mucho en Córdoba: una perrita vulgar, en avanzado estado de preñez, se me acercó; realmente no era ningún ejemplar glorioso y, sin duda, llevaba en su vientre unos cachorros fortuitos que no merecía la pena conservar; pero, estábamos solos y, aunque le costaba mucho moverse, vino a mi lado y alzó los ojos agrandados por tanta preocupación e intimidad, anhelando una mirada mía. En la suya se reflejaba toda esa verdad que va más allá de lo particular, para dirigirse, no sé dónde, hacia el porvenir o a lo incomprensible. La situación se solventó recibiendo ella un azucarillo de mi café. Era sólo un detalle—oh, totalmente accesorio—, pero la verdad es que celebramos la misa juntos. La acción no fue de suyo otra cosa que un gesto de entregar y recibir, pero su significado y gravedad y toda nuestra absoluta compenetración fueron ilimitadas. He aquí algo que sólo puede producirse en la tierra. En cualquier caso, resulta propicio haber pasado por aquí voluntariamente, aunque sea con incertidumbre, con culpabilidad, de una forma absolutamente desprovista de heroísmo—para que, al fin, uno se sienta maravillosamente preparado para entrar en la condición divina. Le he de decir, por mi parte, que el más menudo chillido de un pájaro me impresiona y me concierne—¡Dios mío, que la primavera se apresure en llegar y entonces, en algún sitio, conseguiré llegar con todos mis sentidos a la naturaleza! (…)

          En Ronda, en la iglesia de san Francisco, en los suburbios que están al sur de la ciudad, hice mi primer descubrimiento. Le hablaré de ello en otra ocasión. Ya es hora de acabar, deseándole una feliz navidad. No celebraré esas fiestas sin pensar intensamente en usted. En cuanto a los periódicos, no leo ninguno. (…)

Compruebo que nadie ve para qué pueda servir una guerra. (…) ¿Sabía usted que en Nochebuena habrá luna llena? La luna vestida de plata armonizará perfectamente con su blanco universo.

          Con todo afecto y gratitud.

          Suyo

Rainer Maria Rilke

          


NOTAS

28. Rilke parte de Toledo el 30 de noviembre (<<…no crea que he concluido con Toledo al marcharme de allí –escribe a una corresponsal-; fue el frío que me acosó, y mi mala salud, no sé si del cuerpo o del alma>>). El 1 de diciembre visita Córdoba y su mezquita-catedral. Se maravilla ante la primera y de indigna ante la segunda: <<¡Esta mezquita…!>> -escribe en carta- . Pero es una pena, una tristeza, una vergüenza lo que han hecho con ella esas iglesias enmarañadas en la trenza de su interior; la verdad, dan ganas de pasarle el peine como a los nudos de una hermosa melena; (…) incluso ahora resulta simplemente insoportable oír el órgano y el canto de los canónigos en este espacio>>. Del 3 al 6 de diciembre se encuentra en Sevilla (<<nada esperaba de ella y nada me dio>>) donde visita un hospital para ancianos. El 7 de diciembre llega a Ronda y se instala en el hotel mencionado en la carta, el Reina Victoria, que en la actualidad, reformado, conserva una habitación-museo dedicada a Rilke y una estatua suya en bronce preside en el jardín. Rilke permanecerá en esta ciudad hasta el 18 de febrero de 1913.

 29. Rilke alude a un  sueño tenido por Pascha, hijo de la princesa, tras las sesiones de espiritismo, tenidas en el castillo de Duino. En él Rilke se dirigía al soñante y le mostraba el dibujo de una ciudad a la que se dirigía. Pascha comunicó  el sueño a Rilke.

30. En francés, en el texto de la carta.

31. Rilke alude a una posible intervención psicoanalítica. A comienzos de 1912, el 20 de enero, escribió a su íntima confidente, Lou Andreas Salomé, la mujer que había enamorado a Nietzsche, y al que ella no correspondió, ya discípula de Freud, al respecto. Lou le desaconsejaría el tratamiento: Rilke sanaría a través del proceso de su creación poética.

Texto tomado del libro “Cartas del vivir”. Editorial MAGORIA. Selección, prólogo, traducción y notas de Antoni Pascual.

2 comentarios:

  1. las cartas de Rilke...exquisitas aperturas del alma. No sé si ha leído las cartas que le escribió a la joven pianista alemana Magda von Hattinberg, llamadas "cartas a Benvenuta"...y las de ella para él...bello blog. La historia de amor de Bettina Brentano el poeta Goethe está llena de misterio y asombro...le regalo esta carta de ella para él:


    "Amado Goethe, radiante sol de mi vida, que ilumina con sus rayos y calienta con su fuego los tejados cubiertos de la nieve invernal, y que penetra esplendoroso en mi propia estancia: el tejado de una casa vecina es el símbolo de tu recuerdo.

    Si no fuese por él, estaría hoy triste como un ciego de nacimiento, incapaz de formarme una idea de la luminosidad del cielo; tú, clara linfa donde se refleja la luna y en la que se podrían coger las estrellas ahuecando la mano.

    Todos nosotros no somos más que esclavos con la frente baja, mientras el poeta es un hombre libre frente a la Naturaleza, y en su corazón lleva grabada su imagen ofreciéndonosla para que la besemos y adoremos.

    Algún día llegará, querido Goethe, en que yo pueda ofrecerte algo; quiero decir que llegará el día en que rodee tu cuello con cálidos brazos enamorados.

    Al nacer este año me resulta tan grato escribirte, como si un labio hablase a otro labio y pretendiera sostenerse entre ellos un serio coloquio. Éste es el motivo de que en mis cartas no se distinga más que la conciencia de mi amor, ese íntimo deseo de unirme a ti..., y aunque estoy muy lejos de ti, puedo asegurarte que todas las noches me quedo dormida en tus brazos... No quemes mis cartas no las rompas; algún día podrá dolerte el haberlo hecho; mi amor es firmísimo y vivo en constante deseo de estar a tu lado; pero no se las enseñes a nadie, guárdalas secretamente, como escondido tesoro. Mi amor es hermoso, encantador, celestial...

    Si estuviera a tu lado, a la hora en que la casa se queda silenciosa, me sentaría a tus pies y te miraría a los ojos, con íntima pasión, con esa pasión que se siente al estar al lado del ser amado, y no oirá ni me importaría nada del resto del mundo...

    Segura estoy de que me besarías y me llamarías por mil nombres dulces y cariñosos, abrazándome como si fuese tu amada.

    Pero esto es sólo un sueño, que vive y crece durante la noche, y que como algunas plantas orientales, se marchita cuando las primeras luces del alba aparecen por Oriente."

    ~

    Bettina Brentano

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  2. Qué carta tan bella y apasionada, muchísimas gracias, la publicaré aquí con los créditos respectivos.
    Buscaré las otras cartas de las que me habla en otro epistolario que tengo de Rilke.
    ¡Un fuerte abrazo!

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