Ana Teresa Parra Sanojo (París, 5 de octubre de 1889 - Madrid, 23 de abril de 1936). Escritora venezolana. |
Diciembre 2. 1924
Mi Gonzalo querido: no puedo decirte lo triste y lo solita
que me encuentro, ¡hasta hace un instante estaba sin siquiera pensar en ti!
Isabelita ha salido con nuestra amiga Conchita, yo, esperando el eterno
embalador (trabaja media hora todas las noches) me he quedado sola y me cogió
el crepúsculo y me cogió la noche. ¡Si vieras qué cementerio! Al lado, la
casita abandonada y vieja de dos pobres beatas, muertas ya, la última dos meses
después de Emilia y cuya casa húmeda y florecida de jazmines, de un gato, de
ladrillos en el suelo y viguetas desnudas en el techo (¡ya la están tumbando!)
era en otros tiempos, en los tiempos en que escribía mi libro tuyo un sitio de
peregrinación al pasado, ¡cuando Emilia salía y yo la esperaba para el cocktail, ¡la casa de las Rodríguez era
el paréntesis aburrido y pintoresco entre mis cuartillas guardadas y la comida!
Al otro lado de esta casa «el corralón», gran solar tapiado y vacío que fue en
un tiempo el cementerio del Convento de las Mercedes. Luego la iglesia que se extiende
hasta la esquina. ¡Yo como sandwichs entre tanta desolación y tanta muerte! ¿Me
ves? Triste con mi mantoncito negro escribiéndote como de costumbre acostada en
el sofá de boudoir bajo la luz de la lamparilla eléctrica. He cambiado toda la
casa para mi nuevo inquilino, otros papeles en las paredes, los cuadros más
familiares, ausentes, los muebles movidos que parecen protestar pidiendo a
gritos sus queridos puestos de antes... Y yo sin poder fumar ni sentir aquel
llamamiento de la vida que sentía días atrás. ¡Estoy muy triste Gonzalo,
triste, triste, triste!
Gonzalo Zaldumbide. (Quito, 1884 - 1965) Ensayista y diplomático ecuatoriano. |
¿Por qué tú no me cuentas nunca lo que haces? ¿Tienes
siempre de sirviente a Eduardo? No sabes lo que me preocupa el que Eduardo
tenga lengua como todo el mundo. La de Vincent no me importa: ¡sería porque
como siempre estaba de espaldas! Aquella comida de fiançailles nuestra con los
días de antes y todos los de después vistos desde aquí me parecen fantásticos.
Con qué naturalidad los veía yo entonces ¿y cuándo era que tenía razón,
entonces o ahora? ¡Es claro que debe ser entonces! ¡El otro día estábamos de
tertulia familiar y alguien bramó escandalizada porque se había hablado de
piernas bonitas o feas entre hombres y mujeres! ¡Imagínate qué ambiente! ¿Cómo
pueden ser tan latas de Rodel para conservar ideas? Es inexplicable. Pero estoy
un poco contagiada. ¡El idiota del embalador ha llegado por fin!
Tomada de Teresa
de la Parra, obra (narrativa, ensayos, cartas). Fundación Biblioteca
Ayacucho.
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