DYLAN THOMAS A CAITLIN MACNAMARA
[1936]
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Dylan Thomas y su esposa Caitlin |
Linda, adorable, lejana Caitlin
querida,
¿Estás mejor? Le pido a Dios que no estés triste en ese horrible
hospital. Cuéntamelo todo, cuándo saldrás otra vez, dónde estarás en Navidades
y que piensas en mí y me quieres. Y cuando estés de nuevo en el mundo seremos
personas prácticas, andaremos por ahí, haremos cosas, nos comprometeremos con
Aquella Gente, buscaremos un lugar con baño y sin cucarachas en Bloomsbury, y
seremos felices. Es esto—pensar en
las pocas, sencillas cosas que queremos, y saber
que las vamos a conseguir a pesar de que tú ya sabes Quién y de sus humores y
rencores—lo que nos mantiene con vida, creo. Me mantiene con vida. No te quiero
para un día (a pesar de que le vendería el alma al diablo para verte ahora
mismo, mi cielo, aunque solo fuera un minuto, para besarte una vez, y ponerte
una cara graciosa): un día es lo que dura la vida de un mosquito. Yo te quiero
para toda la vida de un animal loco y grande como un elefante. No he salido en
toda la semana; he tenido un resfriado horrible, con tos y ojos llorosos,
demasiado cargado de flema y aspirinas para escribirle a una chica en el
hospital, mi carta habría sido triste y desesperada, e incluso la tinta habría
transmitido gripe y tristeza. ¿Tengo que entristecerte, cariño, cuando estás en
cama tomando arroz hervido en Marlborough Ward? Tengo tantas ganas de mirarte otra
vez. Ahora eres unas semanas más vieja, ¿tienes el pelo gris? ¿Te arreglaste el
pelo y pareces una persona adulta de verdad y no esa chica hermosa y alocada
como una auténtica hermana de Dios? No tienes que tener un aspecto demasiado
adulto, porque si no vas a parecer mayor que yo, y tú nunca—yo no te dejaré—tienes
que crecer y hacerte razonable, y yo nunca—no debes permitírtelo—creceré y me
haré razonable; siempre seremos jóvenes sin juicio y estaremos juntos. Supongo
que hay, a ojos de los Otros, una especie de dulce locura entre tú y yo; una
especie de loco desconcierto y de asombre inconsciente entre los Antipáticos y
los Tacaños. Eres la única persona, desde luego que lo eres, de aquí a Aldebarán,
ida y vuelta, con la que soy enteramente libre, y creo que es porque eres tan
inocente como yo.
Acabo de leer un libro irlandés
titulado Rory y Bran. Es un libro
malo y encantador: el inocente Rory se enamora de la inocente Oriana y aunque
los dos son poco serios y hablan del secreto del lenguaje de las colinas, y aunque
Rory venera la Luna y Oriana se desliza por su jardín escuchando a las aves
legendarias, no están tan locos como nosotros ni son tan inocentes. Te quiero
más de lo que nunca seré capaz de decirte; me da miedo decírtelo. Siento tu
corazón en todo momento. Los estribillos de canción siempre tienen razón: te
quiero en cuerpo y alma; y supongo que «alma» significa que puedo escucharte,
verte y amarte en cada minúscula cosa de este mundo, dormido o despierto.
DYLAN X
Quería que esta carta estuviera llena
de noticias, pero no hay ninguna. Es una carta llena de lo que pienso sobre ti
y sobre mí. Tú no estás vacía del todo ahora mismo, ¿verdad? ¿Tienes algo de
amor para mandarme?
[Traducción de Vincenc Tuset]
Tomado
del libro “Breve tratado de la pasión” de Alberto Manguel. Editorial
Lumen.
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